Entonces comencé la quimioterapia.  Al principio estaba nervioso y asustado porque había escuchado historias de otros pacientes y la única constante era que era un viaje muy difícil.

Sin embargo, al contar con el amor y el apoyo de las personas en mi vida, como amigos, familia y el equipo médico, las dudas y el miedo empezaron a convertirse en paz, confianza y fe.

Como dice Juan 14:27 "La paz les dejo, mi paz les doy. No se las doy como la da el mundo. No dejen que sus corazones se preocupen y no tengas miedo".

Entonces acepté el tratamiento en vez de huir, me dejé llevar y no sólo confiar en la medicina, sino también en Dios.  Aunque el tratamiento me debilitó físicamente, me elevó y fortaleció en mi fe.  

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